A comienzos de los 80 nace el concepto de Código Abierto dentro del colectivo hacker.  Este aparece como un nuevo modelo de desarrollo de software a través de la colaboración abierta, en el que el usuario puede acceder al código fuente de un programa y modificarlo sin restricciones.  Es posible que pienses que esto no tiene nada que ver contigo, que es un tema técnico, más propio del mundo freak que del tuyo. Te equivocas.  La economía colaborativa, esa que en los últimos años ha ingresado de lleno en los periódicos, la sociedad y hasta en la gran empresa, está imbuida de esa cultura hacker del Código Abierto u Open Source.

Cooperación, meritocracia, transparencia y confianza presidían el manifiesto de una comunidad, la hacker, pionera en muchos aspectos. Entre ellos, el de utilizar la tecnología para conectar a personas dispersas geográficamente, consiguiendo nuevas interacciones imposibles hasta la fecha. La inteligencia colectiva estaba a punto de asistir a un punto de inflexión, al poder aumentar la masa crítica de las comunidades y organizarse internamente de forma más ágil. Cuando los usuarios de un programa podían  leer, modificar y redistribuir el código fuente de un programa, este evolucionaba de forma mucho más dinámica y eficiente. El software elaborado con las aportaciones de una amplia comunidad de programadores era en todo caso más sofisticado que el software privativo, asociado a un equipo de trabajo altamente especializado pero mucho más reducido. La inteligencia del gran colectivo superaba a la del equipo, por más que este último estuviera compuesto por auténticos maestros.

El movimiento del Software Libre ha crecido exponencialmente desde entonces hasta ahora, generando soluciones tan conocidas como Linux, OpenOffice.org, Mozilla o Wikipedia. Todas ellas se han valido de la inteligencia colectiva para desarrollarse y mantenerse actualizadas.  Ahí reside la clave de su éxito, los mismos consumidores van actualizando la información y/o código, ampliándolo y corrigiéndolo en tiempo real. La inteligencia colectiva ha saltado ya al mundo del ocio y el consumo, gracias  a iniciativas como Buaala. Una incesante carrera hacia la mejora continua, en la que la diversidad de opiniones es el gran motor. Más allá de las consideraciones éticas de su primera época, el código abierto es percibido hoy como una metodología ganadora a la hora de conseguir respuestas complejas. Ya no se habla tanto de la ética hacker, si no de modos de trabajo para ir un paso más allá. La cultura dominante se ha merendado a la contracultura para ofrecer nuevos canales de colaboración. Hasta los gurús del Código Abierto, la organización Red Hat lo dicen bien claro en su web: “Para nosotros el código abierto no es un movimiento con un manifiesto, sino más bien el mejor método disponible” y añaden: “la mejor forma de construir tecnología es construir una comunidad alrededor de ella”. Toda una declaración de intenciones.

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