¡Bendita sea Internet! ¿Qué sería de nosotros sin esta Red de Redes que todo lo sabe? En el viejo teatro, los actores contaban con inestimable backup del apuntador, un señor asomado a una ventanita situada a pie de escenario y de espaldas al patio de butacas. Aquel cubículo no era más grande que la cabina del artillero en de caza bombardero de la Segunda Guerra Mundial, solo que en lugar de una ametralladora con la que abatir a los cazas enemigos, el arma del apuntador era un ejemplar completo del libreto del que se valía para soplarle en bajito a los actores las líneas de texto que se les iban de la cabeza. Internet, sobre todo desde que los smartphones aparecieron en nuestras vidas, es como ese apuntador personal que todos llevamos encima para sacarnos de un apuro.  ¿Qué estás hablando de una serie que te encantó porque te le recomendaron en Buaala pero no recuerdas el nombre del actor protagonista? Pregúntale a Internet. ¿Qué buscas un restaurante por la zona para salir a tomar algo con los amigos? La red te dará una alternativa. ¿Qué no sabes qué regalarle a tu madre por su cumpleaños? Prueba a poner las palabras “mamá” y “regalo” en el buscador.

Internet es fantástico y nos facilita mucho la vida, pero todavía no ha alcanzado todo su potencial. Hay demasiada información, demasiadas posibilidades. La “infoxicación” o sobrecarga informativa se ha convertido un grave problema debido a la enorme cantidad de tiempo que nos hace perder buceando entre millones de páginas de contenido irrelevante. Es como si ese apuntador del teatro en lugar del libreto de la obra que se está representando tuviera que consultar el conjunto de la producción teatral escrita hasta la fecha en la historia de la humanidad cada vez que un actor olvidara su siguiente línea de texto.

Así planteada, Internet es como conducir un Ferrari en una carretera con limitación de velocidad a 120 kilómetros por hora. Nuestra relación con La Red es utilitaria (y muy útil, sin duda), pero un tanto decepcionante. Incompleta. La fascinación inicial que nos produjo ese gigantesco escapare que nos proporciona Internet está dejando paso un cierto desencanto por la frustración que supone no poder/saber sacarle todo su partido. Y sí, sin duda, es nuestra responsabilidad aprender a acotar mas nuestras búsquedas, afinar nuestros criterios… pero aun así… no sé. Yo creo que necesito algo más.

En el Internet que a mí me gustaría tener yo no tendría que buscar ningún contenido. ¡El contenido me encontraría a mí! En el Internet al que yo aspiro si yo pongo en el buscador las palabras “mamá” y “regalo”, en lugar de sugerirme 1.000.000 de páginas para que yo me las apañe intentando encontrar algo de sentido en ellas, el sistema ya conocería de sobra mis gustos y los de mi madre, sabría lo que le he regalado otros años y tendría en cuenta los comentarios que ambos hicimos sobre aquellos regalos en redes sociales. En el Internet de mis sueños, ¡ni siquiera tendría que poner las palabras “mamá” y “regalo” en el buscador!, porque el sistema ya sabría que se acerca su cumpleaños y, considerando todas las variables anteriores y otras muchas, me lo recordaría y me “inspiraría” un posible regalo de acuerdo a sus gustos y a mis posibilidades.

Ese Internet soñado se acerca a pasos agigantados gracias a la inteligencia artificial y a la inteligencia colectiva. Y gracias a aplicaciones como Buaala, muy pronto estará entre nosotros.