Tendemos a pensar que la inteligencia del grupo está determinada por la inteligencia de cada uno de sus miembros. Si el equipo está compuesto con varias mentes brillantes es de suponer que este será igualmente brillante, destacando frente a aquellos grupos con team players del montón.  Suena lógico. Los genios se alían entre sí para formar súper equipos que prometen salvar al mundo al más puro estilo de los «Cuatro Fantásticos».

Sin embargo, las investigaciones realizadas sobre inteligencia grupal descartan esta teoría.  Anita Williams Woolley, Thomas Malone y Christopher Chabris publicaron recientemente un artículo en la prestigiosa revista Science sobre las relaciones entre inteligencia individual e inteligencia colectiva.  Los individuos inteligentes no siempre promovían equipos inteligentes. En muchos casos sus altas capacidades se diluían en un mar de un potencial nunca explotado.  Excelentes a título individual, pero decepcionantes como equipo. Tenemos ejemplos de ello en el mundo de la música con aquel fallido Blind Faith, en el del deporte con los Galácticos del Real Madrid, o en el cine con aquella Movie 43 que ni recordareis a pesar de tener un reparto de lujo. Todos estos grandes elencos se quedaron a menudo en propuestas fallidas, en grandes promesas que al final no tenían mucho que ofrecer.

No seamos mal pensados, no es que las mentes brillantes trabajen mal en equipo necesariamente.  La clave está en lo apuntado por los ya mencionados Anita Williams Woolley, Thomas Malone y Christopher Chabris. Sus investigaciones señalan que la inteligencia colectiva de los grupos sometidos a evaluación era difícil  de predecir con arreglo a los cocientes intelectuales de sus miembros. Resultaban mucho más predictivos tres factores distintos: la mayor presencia de mujeres, el reparto equitativo de intervención en las discusiones y la capacidad de sus integrantes para  “leer la mirada” de los otros. Sí, nos hemos quedado en estado de shock. La sensibilidad social, la empatía y la cooperación le ganan la partida a la inteligencia del individuo. Repasemos estos determinantes de la inteligencia colectiva.

El estereotipo de la mujer sensible persiste en nuestra sociedad. Nuestra educación y socialización desde la infancia suelen estar mucho más entroncadas con los sentimientos, de ahí que generalmente dispongamos de una mayor instrucción emocional que los hombres en la edad adulta. Necesariamente  esto tiene un peso en el modo en el que las mujeres nos relacionamos en los equipos de trabajo y, en general, con otras personas. Tener la capacidad para empatizar y para leer el lenguaje gestual de nuestros compañeros propiciará relaciones de confianza, en las que cada miembro se comprometa a ayudar a sus compañeros para conseguir el objetivo común. Cada miembro ha de confiar en el trabajo del otro, a la vez que se compromete a realizar su parte de forma rigurosa, es decir, cada cual tendrá que confiar y generar confianza.

Vemos aquí como los tres determinantes de la inteligencia colectiva están íntimamente ligados, uno no existe sin los otros. Estar un poco más conectados con nuestra parcela emocional nos ayudará a conectar mejor con otros miembros del equipo y a cooperar más activamente, bases de la inteligencia colectiva. Si a ellos añades la definición de Inteligencia Colectiva que da Buaala: “lo que tú sabes que yo no sé, y lo que yo sé que tú no sabes”, el coctel está servido.